Hablo, claro está, de la Administración de la
Junta de Andalucía, donde no hay plan, ni nunca lo hubo, sencillamente porque
no hay capacidad para elaborarlo.
Planificación requiere, sobretodo, organización y
tampoco hay talento para ello. En la Junta de Andalucía no se ha visto nunca.
Se ha ido siempre “a salto de mata”.
El día a día nos muestra una administración
desnortada, sin objetivos, ni metas concretas y sin una estrategia definida.
Una administración donde no hay visión ni a medio ni a largo plazo, donde cada
consejería funciona como un reino de taifa independiente, donde las reglas son
mudables, donde los programas, o no se ponen en marcha, o se incumplen al
aplicarlos y donde los procedimientos, o no existen, o no son uniformes en su
aplicación.
Una Administración donde lo urgente no deja paso
a lo importante, donde el día a día lo marcan los titulares de la prensa, donde
las tareas están en gran medida condicionadas por la Justicia y donde se está
continuamente “apagando fuegos”, ocupados en cometidos que muchas veces nada
tienen que ver con los objetivos últimos que se persiguen.
Una administración donde campan a sus anchas la
ineficacia y la ineficiencia (ambas enemigas de la buena gestión “económica”
del gasto), donde el interés partidista prima sobre el interés general, donde
es llamativa, y a veces escandalosa, la tardanza en la toma de decisiones
necesarias y urgentes y donde no hay -porque no interesa- una clara definición
en las funciones de su personal.
Una administración donde un gran número de
funcionarios que no sirven, sí que “se sirven”, ocupando puestos de confianza
(PLD) en su beneficio personal, para, al grito de “lo manda el alto cargo”,
servir al político de turno. Para ellos todo vale, lo fundamental es perpetuarse.
Una administración donde queda en entredicho
permanente la integridad personal de muchos de sus dirigentes políticos, donde
la mayoría de estos, inoperantes, también “se sirven”, donde muchos son los
llamados y pocos los elegidos por su demostrada formación y capacidad,
primándose una (in)competencia de saldo y donde diariamente queda cuestionada
la profesionalidad de todos ellos porque, o no saben, o no quieren, o, lo que
es peor, no les dejan hacer nada que sea sinónimo de organización, dirección,
gestión o motivación.
Pues bien, parece ser que, felizmente, todo ello
se acabó, o tiene fecha próxima de caducidad. Y es que para acallar a los
maliciosos que puedan pensar que todo lo anteriormente dicho ha sido programado
y no sobrevenido, y disipar cualquier tipo de duda, la Presidenta de la Junta
de Andalucía ha decidido dedicar esta legislatura a resolver estos “pequeños
inconvenientes” y, al parecer, ya está manos a la obra; incluso ha reconocido
que todo ello le servirá para ampliar y mejorar su currículum personal. Y, lo
que es mejor, todo ello no lo va a llevar a la práctica con las miras puestas
en el Gobierno de la Nación (¡que se preparen!), sino única y exclusivamente en
el interés y bienestar generales, desinteresadamente, tal cual es ella.
Nos ha pedido tiempo, más tiempo, porque
preparada... ya lo está. ¡Por supuesto: tiempo ha tenido en estos dos últimos
años! Y los que confiamos en ella, naturalmente que se lo vamos a dar porque,
si no te fías de un animal político de primer orden, a quien “no le gusta
perder ni al parchís”, que piensa siempre en los demás, que asume todo el
liderazgo político e institucional que se le pida, sobrada de carisma y de
integridad personal y con toda la visión de futuro que pueda uno imaginar, ¿en
quién vas a confiar?
Y algunos vamos y nos lo creemos pensando, ¿por
qué no? Ella es capaz de esto y más.
Feliciano
José Galán Merino, vicepresidente de la Asociación El Tercer Lado.
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