Los sindicatos nos llaman hoy a la huelga a los empleados del sector público. Y no se les cae la cara de vergüenza.
Hasta ahora habían permanecido en silencio, llenándose los bolsillos, en absoluta complicidad con los empresarios y el gobierno, mientras, primero, negaban la crisis; segundo, culpaban de ella “a los demás”; tercero, aplaudían con las orejas -entre otras- iniciativas como un “Plan E” de ficticias o nulas inversiones; cuarto, procedían, en connivencia con ellos, a un perverso rescate bancario que nos ha costado a todos más del doble de lo que ahora se pretende ahorrar (50.000 millones de euros sólo en ayudas directas) y, quinto, contribuían con su estulticia a multiplicar las cifras del desempleo hasta duplicarlas en el último bienio.
Para rematar, han callado cobardemente ante la subida del IVA y ante los fundados rumores de ampliación de la jornada laboral y de la edad de jubilación. Nunca fue el momento de mostrar el descontento en la calle, de solidarizarse con el exorbitante elenco de desempleados, de reprobar a los cuatro vientos la política desaforada de un gasto inútil e ineficaz; era, como sigue siéndolo, el instante de la mamandurria y de la dilapidación en beneficio propio, como muestra el gráfico:
Naturalmente que, ante el tijeretazo a nuestros derechos, los funcionarios tenemos mucho que decir. La finalidad de las medidas adoptadas, dicen, no es otra que enviar inequívocas señales a los mercados financieros de ahorro en las cuentas públicas, de mostrarles, siquiera indirectamente, un empobrecimiento generalizado para reactivar la economía. Alguien debe explicarnos –somos así de zotes- cómo se llegará a la meta en ausencia de inversión y de consumo.
Desde este sitio se ha hecho pública una lista alternativa de medidas eficaces que paliarían sensiblemente el déficit del sector público y que han de considerarse no sólo como una decisión coyuntural –todo lo contrario, perenne- en esa otra forma de gestionar los recursos ajenos que venimos pregonando: la reducción de subvenciones a organizaciones empresariales, sindicatos y partidos políticos que culmine en la autofinanciación en el periodo de un lustro y la supresión drástica del número de liberados sindicales, hasta alcanzar la cifra del cincuenta por ciento actual en un periodo de dos años, destacan especialmente.
El día aquél en que a estos “sindicatos representativos” les quitemos las comillas, abandonen la moqueta, la vidorra plena, bajen a la calle, vivan de sus afiliados y defiendan los derechos de los trabajadores con preferencia a los de sus barrigas, habrá llegado el momento de valorar sus decisiones.
Francisco Romero, presidente de la Asociación El Tercer Lado.
Estimado Sr. Presidente, comprendo su opinión y comparto una parte de las razones que le llevan a una posición tan crítica contra las organizaciones sindicales mayoritarias. Yo he sufrido y opinado algo de todo eso desde dentro de ellas mismas, pero también considero injusta en buena parte su exposición y explicación sobre la conducta generalizada de las personas representantes del funcionariado público. Es verdad que, desde la crisis de 1993 (PROCESO DE CONVERGENCIA) la actitud de los sindicatos mayoritarios se moderó para la consecución y mantenimiento de cierta paz social que exigieron determinados mandatos europeos a las confederaciones sindicales de todos sus paises (larga y excesivamente -es mi opinión-). Esto llevó en nuestro sector a que los sindicatos de clase adoptaran un modelo distinto de acción sindical, menos tensionador y movilizador, y consecuentemente a la reaparición y posterior éxito electoral de sindicatos o coordinadoras de colectivos corporativistas y por tanto a la desaparición de plataformas reivindicativas unitarias que tan exitosas fueron para el conjunto de los empleados públicos a principios de los 90.
ResponderEliminarPor tanto, le expreso mi respeto y comprensión por su visión y apreciación negativa de la conducta o de la "vidorra" del sindicalista , pero también le pido respeto por mucha buena gente "liberada" o con horas sindicales -totalmente legales- que ha dedicado muchas horas diarias, más de las picadas reglamentaria y escrupulosamente cumplidas por "muchos" de nosotros, para intentar -con poco o ningún éxito- conseguir mejores condiciones de trabajo. Algunos pasitos se dieron hacia delante, aunque desde aquello (1993, 1996, 2010 !!) se están empeñando en echarlos para atrás Y LO ESTÁN CONSIGUIENDO.
Ah! sobre todo no puedo olvidarme de recordar el derecho inalienable a la huelga que casi toda la población activa de este país posee constitucionalmente, sea quien sea quien convoque y sirva para lo que sirva su ejercicio.
Saludos. Jorge Torres.
Querido Jorge:
ResponderEliminarComo casi siempre, tienes mucha razón: toda generalización acarrea injusticias.
Y en ocasiones se escribe desde el tremendismo contra una situación que, mucho temo, es sólo el principio de lo que nos espera.
Ojalá que ese eficaz grupo de sindicalistas que conocimos no ha mucho estuvieran hoy presente en las organizaciones.
Te invito a seguir participando en este sitio desde tu vasta experiencia.
Un abrazo.